Las mariposas de mi Sierra

Las mariposas de la Sierra vuelan por cientos. Por millares. Levantan vuelo y pareciera que se extiende una alfombra multicolor por todo el campo. A veces las veo aterrizar en miles y cubrir con sus colores la tierra. Otras veces las veo volar solitarias, cargadas de solitariedad, como en una errática búsqueda. Pero esa apariencia es falsa. Siempre saben a donde van. Danzando. Cursando el aire con su aleteo parsimonioso. Que produce fluctuaciones. Dicen que el aleteo de una mariposa en el Amazonas provoca una tempestad en Texas. También que las certidumbres han caído. Vivimos en completa incertidumbre. Permanentemente inciertos. No sabemos que pasará en el segundo siguiente de nuestra vida. Así es la vida. Así de sencilla. Así de compleja. Así de sencilla y compleja. Así la debemos encarar. Volando, danzando, erráticamente, de un lado a otro, como sin rumbo fijo. A veces solos, a veces acompañados. A veces solos estando acompañados. A veces acompañados estando solos. Como las mariposas. Las veo y me extasío. Son hermosas. Realmente bellas. Son miles. Diferentes. La más conocida es la mariposa amarilla de Mauricio Babilonia. Que se ven por miles en los campos de Aracataca y toda la zona bananera. Y hasta le sacaron una canción. Pero hay otras. Las azules. Las verdes. Las del 88. Todas tienen por característica que son mariposas. Que vuelan. Que danzan cumbias y porros y fandangos en el aire. Que me miran y no se ariscan. Como si supieran que soy un amigo. Más que amigo, un admirador. Que no desea embalsamarlas y pegarlas a una pared. Que las quiere seguir viendo vivas. Viviendo. Sintiendo el frescor del aire de la Sierra. Sintiendo su rumbo alterado por una corriente de aire mayor que sus fuerzas, que su aleteo. Pero que al final sabe que remontará esa corriente y seguirá su curso. Un curso dictado por la incertidumbre de la danza. Eso es. Eso es la danza. Danzar es seguir la plasticidad dictada por la incertidumbre. Danzar no es dar un, dos, tres… un, dos, tres. No eso no es danza. Eso es baile. Eso es repetición mecánica de un movimiento. Danza es creatividad, es pulsión, es sentimiento. Y es incertidumbre. No es repetir el movimiento. Es crear en cada movimiento. Es sentir la incertidumbre del siguiente paso. O del siguiente aleteo. Que no es el mismo aleteo anterior. O el mismo paso anterior así parezca el mismo. Porque el pié no es el mismo, ni su posición, ni la tensión de los músculos. Así el aleteo no es el mismo así parezca el mismo.
Parecen iguales. No son idénticos. Cada uno es diferente del anterior y del siguiente. Cada aleteo es creación. Es conocimiento interior. Visión de las verdaderas fuerzas. De la propia capacidad para crear, para improvisar. Para dejar huellas. Huellas del danzante. Huellas de manos. Del que surca el aire. Del volador. De la que al saberse capaz emprende el camino. De la danza, de la creación. Que no será en línea recta. Que no estará exento de errores y malos pasos. Que estará cargado de rectificaciones. De arrepentimientos cuando las fuerzas fallen. Cuando llegues al límite. Cuando crees que no puedes más. Allí verás a las mariposas volar danzando en tu cerebro. Creando nuevas fluctuaciones. Buscando nuevas posibilidades. Vislumbrando nuevos caminos, nuevos derroteros. Danzando en espiral. Nunca podrás volar en línea recta. Jamás. Como la mariposa que nunca vuela en línea recta. Así lo hacen los aviones. Pero los aviones son mecánicos, no tienen vida. Por lo menos no vida vivida. Las mariposas tienen vida. Viven la vida de la danza en el aire. Viven la vida creando vida. O danza. Viven en vuelo permanente. Desde que nacen hasta que mueren. Sólo descansan a intervalos y en las noches. Para seguir danzando en su vuelo. Para seguir superando los obstáculos, los malos aires, las borrascas. Para con su aleteo provocar la tormenta en Texas. O en París. O Londres. Cada una por sí sola. Cada una junto a miles más que cada una crea su propia fluctuación. Que abre nueva posibilidad. Que abre posibilidades de vida. De vivir la vida viviéndola. Sintiéndola. Luchándola. Como dijo Jaime Pardo. Como siempre la hemos vivido. Danzando, volando, creando. Así sea con los sueños. Dicen que a los hombres y mujeres que hay que temerles son a los que sueñan sus sueños despiertos. Pero yo sueño dormido y sueño despierto. Son mis mismos sueños. A mí nadie debería temerme. Y sin embargo persiguen mi volar. Volar. Danzar. Crear. Sin certidumbres que aten mi vuelo. Que impidan mi sueño. Que paren mi danzar. Que eviten mi crear. Soy libre en mis sueños. Soy libre al danzar. Soy libre al crear. Soy libre al danzar con mis maripositas de mi Sierra Nevada. Soy el más libre de los libres. Al que nada le impide vivir su libertad. Que es su danza. Su vuelo. Sus sueños. Soy creador de mis propios sueños. Soy creador de mi propia danza. Soy dueño de mis acciones. Soy constructor de mi futuro. Soy libre y dueño de mi vida. Así otros quieran arrebatármela. Quitármela para que no pueda volar, soñar, danzar. Así nos la quieren quitar a todos los que volamos y danzamos. Como se la quitaron a Jaime Pardo. Y a miles más. Pero sus sueños siguen danzando con cada vuelo nuestro. Con cada aleteo de las mariposas se recrean los sueños de los que les impidieron seguir volando para en la danza construir el mundo que soñaron. Ellas siguen volando y algunas nacen y mueren. Pero vuelven a nacer muchas más y siguen volando nuevos vuelos. Siguen danzando nuevas danzas. Siguen soñando nuevos sueños. Y al mismo tiempo vuelan, danzan, sueñan y recrean los mismos sueños de los que dejaron de soñar. Su sueño sigue danzando, volando, en el espíritu universal. En el espíritu del amor universal. Del que nos impregnamos todos al momento de nacer. El que celosamente guarda la madre-selva. Desde los tiempos de los tiempos. Que ella cuida celosamente y amamanta como a un hijo. Que crece cada día. Que cada día es dado a las nuevas criaturas que nacen. Que navegan en piraguas. Como dice José Benito. Que de pronto salen volando como mariposas. Como la azulada. Como la verde. Como la multicolor. Como la tornasolada. Como la amada. Mariposas que viven danzando la danza de la vida. Creando con su danza la nueva vida. La vida que todos soñamos. Que entre todos hemos soñado. Que necesitamos construir entre todos los sueños. Que creamos en cada danza. En cada vuelo. En cada palpitar del corazón. En cada beso que damos a los que amamos. En cada mirada amorosa que posamos en los demás. En cada fluctuación que creamos para provocar la tormenta.
Vuela, vé y díselo
He visto volar
las mariposas más hermosas
de mi tierra,
mariposas amarillas danzan orgullosas
en los arroyuelos / de mi Sierra,
como pidiéndole al cielo
Paz y clemencia,
como yo he implorado
que tu ausencia
no se prolongue demasiado…
Y la bella tornasolada
que con su revolotear
va describiendo mi andar
en la montaña verde, verde,
en la búsqueda del que nada pierde
y por el contrario todo ha de ganar…
Oh!, mariposa azul, negro y rojo,
la del noventa y ocho / en tus alas
vuela, vé y decíselo…
dile que…
todas las noches trasnocho
pensando en su amor sincero.
Decíle que mi amor
es cada vez más firme,
que tendría que morirme
para dejar de amarla.
Mariposas, maripositas…
bellezas de mi Sierra…
Mariposita blanca y pequeñita,
símbolo de pureza,
díle que aún después de muerto
la seguiría amando
porque ella es mi puerto
después de cruel naufragio.
Mariposita
Vuela, vé y díselo…
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