Alguna vez existió Portete


Ana Epinayu limpia sus lágrimas cuando recuerda el momento en que a su sobrina Margoth Ballesteros Epiayu, después de asesinarla a tiros, la sentaron en una silla de mimbre y la decapitaron de un tajo. Y sólo le queda un último aliento para completar la descripción de la macabra escena: la cabeza sangrante fue tomada por los cabellos y puesta en lo alto de un cactus sembrado frente a la enrramada de su casa.

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